martes, 14 de agosto de 2012

"KEDADA NOCTURNA PERSEIDAS" (colección "Relatos cortos")

De izda. a dcha., Borja López, Alfredo Carretón, Manuel Carballo, María José Delgado y Kesia Silva/ Foto de Paco Candela


 - Voy un poco perdida. ¿Es mañana?- pregunté por facebook.
- Es la noche del domingo al lunes, cuando más visibilidad tendremos... si nos dejan las nubes- contestó Alfredo.
Alfredo Carretón es fotógrafo profesional. Había creado el evento "Kedada nocturna Perseidas". A través de la red social informaba sobre el lugar, el Barranco de Tagarina, y explicaba que era uno de los puntos menos afectados por la contaminación lumínica, y donde se podía ver y fotografiar la Vía Láctea.
Yo había sido invitada por Manuel Carballo, un compañero de Flikcr-Elche, también profesional de la fotografía. Mi interés por participar en las quedadas me llevó a unirme a esta nueva aventura.
Carretón nos citó a todos a las siete de la tarde en la estación del TRAM de El Campello. Con Manuel había quedado una hora antes en casa.
- Si te vienes hasta aquí, salimos en mi coche- le había comentado a Manuel.
A las seis y cuarto partíamos de casa, rumbo a El Campello. Llegamos diez minutos antes de la hora prevista. Conseguí aparcar enseguida, sin necesidad de maniobrar, en el espacio libre que quedaba entre un obsoleto Ford Escort y el vado de un parking. Nos bajamos.
- Te invito a un café granizado- me dijo Carballo.
- Prefiero un té con hielo- le respondí.
Nos dirijimos hacia la terraza de una cafetería próxima a la estación del TRAM. Los dos observábamos a los ocupantes de los vehículos que se encontraban mal estacionados cerca del bar. Sus caras no nos resultaban familiares. Desconocíamos quiénes nos acompañarían en la quedada. A las seis y diez llegaba Borja  junto con  Kesia Silva.
Borja López, otro profesional de la fotografía quería aprovechar esta excursión para fotografiar bajo las estrellas a Kesia, una joven e improvisada modelo.
Cinco minutos después aparecía Alfredo Carretón acompañado de Paco Candela, otro profesional de la fotografía. Tomaron asiento, pidieron a la camarera una Coca-Cola.
- Chin-chin- brindaron los dos amigos. El gesto denotaba entusiasmo, sobre todo en Alfredo.
- Será mejor que salgamos ya, si queremos fotografiar el atardecer- apremió Carretón.
Surgieron  varias propuestas para distribuirnos en los coches, pero al final salimos como habíamos llegado, cada uno en su correspondiente vehículo.
El trayecto parecía interminable. Curvas a la izquierda, a la derecha; curvas cerradas,  inclinadas. Paisaje envuelto en lavanda, tomillos, pinos, carrascas. Estábamos escalando una montaña. Pasamos Orxeta. Más curvas. A continuación,  Sella. Nos íbamos adentrando por lugares de gran belleza paisajística. Y, de repente, allí aparecía. Una impresionante puesta de sol nos sorprendía por la derecha. ¿Cuánto quedaba para llegar? ¿Nos daría tiempo a fotografiar ese atardecer?
Final del camino transitable para vehículos. Aparcamos. Salimos de nuestros coches. Cargamos con las cámaras, trípodes, linternas, meriendas, agua. Capitaneados por Alfredo, comenzamos a subir el inclinado camino cubierto de piedras. Llegamos hasta una casa de campo, aparentemente restaurada, pero con evidentes signos de abandono. Basura acumulada a su alrededor. Restos de hogueras. ¿Qué personas acostumbraban a visitar aquel lugar perdido? ¿Qué imprudentes eran los que ponían en peligro este rincón de la naturaleza?
- No me suena esta casa. Aquí no es- indicó Carretón.
Deshicimos el camino andado. Bajamos hasta otro sendero que nos llevaba hacia la izquierda de la montaña. Anduvimos unos cincuenta metros. Y allí nos esperaba "Villa Teresa". Deshabitada. Su aspecto tenebroso despertaba nuestra imaginación. Parecía sacada del decorado de una película de terror. Frente a la casa descansaba el cadáver de un gran árbol. En sus tiempos de gloria habría sido un olivo. O también un noble pino. O una carrasca. Se encontraba tendido, sin atreverse a tocar el suelo, con un brazo dirigido hacia el cielo, y el otro apoyado en la tierra.
Comenzamos a deshacernos de nuestra carga. El Sol se despedía de nosotros con su cara más bella, roja. Fotografías. Entre nubes. Fotografías. ¿Nubes? No. El cielo no estaba nublado. El sol estaba agonizando entre una espesa humareda. Fotografías.  A la derecha, un resplandor coronaba la Sierra de Aitana. Fotografías. A la izquierda se visualizaba un fuego. Fotografías. Más a la izquierda, se descubría otro foco. Fotografías. La oscuridad se iba apoderando del paisaje, y nos obligaba a dirigir nuestra atención hacia el incendio. Fotografías. El humo comenzaba a aumentar. Peligro. Vámonos. Últimas fotografías.
Mientras recogíamos todo nuestro material, observamos que el fuego, aparentemente, lo estaban sofocando.  Nos quedamos.
Era el momento de captar imágenes de la Vía Láctea, de la lluvia de Perseidas, también podíamos fotografiar Villa Teresa, algún almendro o el tronco seco del fallecido olivo, pino o carrasca. Nos encontrábamos en la más absoluta oscuridad. Estábamos solos. El canto de los grillos era nuestro único guardián. Cubiertos por un manto lleno de estrellas, el lugar era perfecto. Silencio. Se escucharon gritos, procedían de algún lugar cercano. Tampoco eran mosquitos los que se posaban sobre nuestros rostros y brazos. Ceniza, era ceniza, humo. Comenzábamos a sentir un cierto calor en el ambiente. Ahora sí. Vámonos.
En los animales es el instinto de supervivencia lo que les impulsa a huir y alejarse del peligro, como el gran sapo que sorprendimos en el camino hacia Villa Teresa, y al que acorralamos para poder fotografiar. A los humanos es la lógica y la intuición lo que nos pone en alerta. En este momento fue esa combinación la que nos empujaba a recoger nuestro material y dirigirnos a toda prisa hacia los vehículos.
En el trayecto de bajada nos encontramos con más sapos, adultos y crías, que se alejaban. Esta vez no interrumpimos su marcha, nosotros también estábamos huyendo.

MARÍA JOSÉ DELGADO
Agosto 2012




Más fotografías en Flickr/María José Delgado

"Nuestra asociación complementa el trabajo que realiza la Cruz Roja"

SOTERIA MORENO BARBA | Ama de casa y Pastora en la Iglesia Evangélica de Elche Soteria Moreno en las instalaciones de Radio Jove El...